Tómense el tiempo para leerlo, es genial!!!
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El periodista británico, tal vez el cronista automotor más famoso del mundo, ya tiene más de 515 mil simpatizantes que lo impulsan a postularse al cargo de jefe de Estado del Reino Unido. Su pensamiento político, a continuación.
Por Jeremy Clarkson
Dinero, sexo y drogas: son un verdadero trípode de dinamita cuando se trata de desbloquear una negociación política. Yo sugiero utilizarlos con una dosis extra de coimas y extorsión. La mayoría de los hombres cederían ante cualquier negociación si les mostraras fotos de ellos sumergidos entre las piernas de una bailarina.
Es la corrupción de este tipo sobre la cual está fundada la economía entera de Italia y es corrupción como esta la que podría poner fin a conflictos eternos, como el de Irak.
El costo de la intervención norteamericana en Irak, desde el comienzo del conflicto, fue estimada por algunos observadores en más de 500 mil millones de dólares. Y lo que yo digo es que el Gobierno norteamericano podría haberle regalado un auto a cada uno de los iraquíes por mucho menos de ese dinero.
En realidad, con una orden de estas dimensiones, sospecho que podrían haber logrado un buen descuento y podrían haberle regalado a cada iraquí un sedán confortable o incluso una SUV.
Esto es una coima, por supuesto, ¿pero qué hay de malo en ello? Podrían haberse salvado varias decenas de miles de vidas, llevado felicidad a un pueblo muy golpeado por la historia, e incluso haberle ahorrado mucho dinero a países como Gran Bretaña y España, que tuvieron que mentir sobre sus motivos para meterse en el conflicto.
Más aún: esta extorsión le podría haber dado un buen impulso a la últimamente muy débil industria automotriz norteamericana. Hagan autos, no la guerra. Ese es mi lema.
No, en serio. Las Naciones Unidas y el mundo del rock and roll están preocupados en este momento por la corrupción de los líderes africanos, que se roban y saquean toda la ayuda que envían desde Europa. La solución es simple: regálenle a cada uno de estos líderes un Rolls-Royce dorado y pídanles que miren para otro lado cada vez que llegue un cargamento con comida.
Los autos son la solución para muchos problemas del planeta.
En los últimos meses Porsche le puso un turbo más grande a su 911, Ferrari desarrolló una 599XX con 800 caballos de potencia, Aston Martin se jacta de su nuevo Rapide y Mercedes-Benz está disfrutando el lanzamiento de su nuevo superdeportivo SLS.
El mensaje es claro. Tan rápido como los políticos envuelven a la industria automotriz con controles de ruido, emisiones y cinta roja, los diseñadores de autos les responden con más y más potencia.
En serio. Hasta ya se ofrece un Volkswagen Golf con 240 caballos. Esto es el doble de lo que se ofrecía hace 20 años y si se mantiene este ritmo de cambio, la gente que hoy aprenda a conducir va a terminar sus días manejando un autito familiar con mil caballos debajo del capot. Interesante.
En el mercado ya se ofrecen sedanes de lujo con 500 CV para jugar por ahí. Eso es 100 más de lo que tenía Jackie Stewart cuando ganó el Campeonato de Fórmula 1 en 1973.
Más aún: Mitsubishi hoy puede venderte un auto que desarrolla 200 caballos por cada litro de cilindrada. Y pasaron 20 años desde que Daihatsu se convirtió en el primer fabricante en ofrecer apenas la mitad de eso. La industria está avanzando a toda velocidad. Y eso me encanta.
Sin embargo, algunos dicen que esto es sólo el “canto del cisne” del automóvil antes de que se acabe el petróleo. Dicen que los ingenieros están celebrando su fiesta de despedida con estos juguetes antes de que las circunstancias los fuercen a reemplazar la nafta por cáscaras de papas peladas por ellos mismos.
El más reciente cuento de terror sugiere que las reservas del mundo en materia de petróleo, gas y carbón se agotarán en los próximos 30 años. Si eso es cierto, no hay dudas de que los fabricantes de autos están siendo irresponsables, tirando comida al suelo justo ahora que la Humanidad se encuentra a la vuelta de la esquina de una hambruna descomunal. Sólo un imbécil haría eso.
Pero hay suficiente evidencia para sugerir que eso no es cierto. En este momento, el Tercer Mundo consume medio gigajoule de energía por año, en comparación con el norteamericano medio, que consume 300 gigajoules. Y también 40 hamburguesas. Pero nos siguen diciendo que ya no es correcto hablar de Tercer Mundo, sino del “Mundo en Desarrollo”. Y ahí es donde radica la clave del problema.
Si China y la India aumentan su consumo a sólo la décima parte de la media norteamericana, podría succionar todo el petróleo de Arabia en apenas 15 minutos. Esto empujaría al mundo a la Era de la Oscuridad. O aún peor.
Los sociólogos nos dicen que cuando el petróleo comience a escasear, los países se pelearán por las últimas gotas y aseguran que el orden social se desintegrará.
Tal vez tengan razón en cierto punto. Cuando tuvimos escasez de petróleo hace unos años, la gente hizo cola en las estaciones de servicio con los puños apretados para que el encargado del playón les llenara el tanque, algunas botellas y los bolsillos con combustible.
Imaginen eso en escala global. Imaginen si no hubiera camiones que entregaran comida en los supermercados y vos supieras que tu vecino tiene 300 latas de garbanzos almacenadas en su sótano. ¿Dejarías que tus hijos se murieran de hambre o le pegarías un tiro a tu vecino?
Lo mismo ocurre con la energía. Harías cola con la nariz apretada contra el alambrado de la central de energía para que el riñón artificial de tu hijo vuelva a funcionar. Pero eso no ayudaría mucho, porque en los últimos años los ecomentalistas dijeron que la energía nuclear no sirve porque no es “verde”.
Cuando cada vela haya sido consumida y cada lata de garbanzos se haya acabado, habremos regresado al año 1550, donde volveremos a usar semillas para comprar pollos. Volveremos a morir de difteria y rabia. Muerte, hambruna y enfermedades. Y será todo culpa de Porsche por haberle puesto un turbo más grande a su 911.
Desafortunadamente, la gente que suele decirnos estas cosas son lunáticos matriculados con una agenda de temas para machacar. Son los mismos que se encadenaron en el centro de Londres advirtiendo que la guerra nuclear contra la Unión Soviética era inevitable e inminente. También son los mismos que dicen que si el clima de la Tierra cambia –algo que viene ocurriendo desde el inicio de los tiempos- todos moriremos ahogados.
Son los que siempre ven cosas malas en el mundo. Los que duermen tranquilos a la noche porque tienen un padre con una cuenta bancaria abultada, mientras se quejan de las miserias humanas. Los que siempre ven una conspiración corporativa en el fondo de cada paquete de papas fritas.
La vida los recompensó con dinero, pero no con otros atributos. ¿Cuántas mujeres lindas vieron en las protestas ecologistas? Tal vez porque la vida se portó tan mal con ellas es que quieren cambiar el sistema. Por eso quieren que vayamos en bicicleta al trabajo y adoptemos un zorro en extinción. Porque esto nos reduciría al nivel de ellos, y no porque el petróleo se esté acabando. Porque esto último tampoco es cierto.
En los años ’20, los alemanes desarrollaron un sistema para extraer petróleo del carbón. Durante la Segunda Guerra Mundial (que perdieron, por cierto) fue utilizado para impulsar tanques y camiones. Todos sabemos que en Brasil hacen funcionar los autos hasta con combustible de crisantemos. Y una vez hice funcionar mi vieja Toyota Land Cruiser con aceite de frituras.
Pero todo esto ocurre porque, con el barril de petróleo caro, ahora es económicamente viable buscar fuentes de energía no convencionales. El oro negro que se esconde en la arena, por ejemplo, bajo Canadá. ¿Cuánto durará ahí hasta acabarse? Bueno, de acuerdo con los científicos, durará siglos.
Incluso si media China decide que quiere ir al trabajo todos los días en helicópteros Jet Ranger, y si India se convierte en el mayor mercado mundial de Lamborghini Murciélago, Canadá podrá arreglárselas por sí sola para proveerles el jugo que alimente sus motores.
Ah, y no se preocupen por el dióxido de carbono tampoco, porque aparentemente puede ser extraído de las plantas de gasificación de carbón y bombeado a las profundidades de la Tierra donde incrementará la presión haciendo que más petróleo y gas salga a la superficie. Brillante.
Los ecomentalistas tendrán que empezar a preocuparse por otras cosas. Los caballos, tal vez.
De hecho, no se preocupen por nada, porque -cuando las papas queman- el hombre siempre encuentra una solución.
Sin ningún tipo de herramienta mecánica sobrevivimos a la última Era de Hielo. Sin ayuda de la aspirina sobrellevamos las grandes plagas. Y desde entonces hemos conquistado el espacio e inventado la sopa instantánea.
¿Creen que la grupe aviar o porcina nos van a destruir? Bueno, jamás lo creería porque en algún lado, ahora mismo, un nerd con guardapolvo blanco y una pipeta está descubriendo cómo pueden ser vencidas.
Y habrá otro nerd que en los próximos siglos descubrirá una forma en que los autos se muevan impulsados por los rayos ultravioletas del sol.
Y cuando el sol se apague, nos subiremos a una nave espacial e iremos a otra parte. O tal vez construyamos otro sol.
El mensaje, entonces, es realmente claro. Si querés un Porsche 911 Turbo –y debo decirte que es un maravilloso auto- comprate uno. De hecho, podés comprar el auto que quieras. No un Audi Q7, por supuesto. Manejé uno hace poco y es una basura. Y un auto que es una porquería es un auténtico desperdicio de petróleo.
* The Sunday Times
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El periodista británico, tal vez el cronista automotor más famoso del mundo, ya tiene más de 515 mil simpatizantes que lo impulsan a postularse al cargo de jefe de Estado del Reino Unido. Su pensamiento político, a continuación.
Por Jeremy Clarkson
Dinero, sexo y drogas: son un verdadero trípode de dinamita cuando se trata de desbloquear una negociación política. Yo sugiero utilizarlos con una dosis extra de coimas y extorsión. La mayoría de los hombres cederían ante cualquier negociación si les mostraras fotos de ellos sumergidos entre las piernas de una bailarina.
Es la corrupción de este tipo sobre la cual está fundada la economía entera de Italia y es corrupción como esta la que podría poner fin a conflictos eternos, como el de Irak.
El costo de la intervención norteamericana en Irak, desde el comienzo del conflicto, fue estimada por algunos observadores en más de 500 mil millones de dólares. Y lo que yo digo es que el Gobierno norteamericano podría haberle regalado un auto a cada uno de los iraquíes por mucho menos de ese dinero.
En realidad, con una orden de estas dimensiones, sospecho que podrían haber logrado un buen descuento y podrían haberle regalado a cada iraquí un sedán confortable o incluso una SUV.
Esto es una coima, por supuesto, ¿pero qué hay de malo en ello? Podrían haberse salvado varias decenas de miles de vidas, llevado felicidad a un pueblo muy golpeado por la historia, e incluso haberle ahorrado mucho dinero a países como Gran Bretaña y España, que tuvieron que mentir sobre sus motivos para meterse en el conflicto.
Más aún: esta extorsión le podría haber dado un buen impulso a la últimamente muy débil industria automotriz norteamericana. Hagan autos, no la guerra. Ese es mi lema.
No, en serio. Las Naciones Unidas y el mundo del rock and roll están preocupados en este momento por la corrupción de los líderes africanos, que se roban y saquean toda la ayuda que envían desde Europa. La solución es simple: regálenle a cada uno de estos líderes un Rolls-Royce dorado y pídanles que miren para otro lado cada vez que llegue un cargamento con comida.
Los autos son la solución para muchos problemas del planeta.
En los últimos meses Porsche le puso un turbo más grande a su 911, Ferrari desarrolló una 599XX con 800 caballos de potencia, Aston Martin se jacta de su nuevo Rapide y Mercedes-Benz está disfrutando el lanzamiento de su nuevo superdeportivo SLS.
El mensaje es claro. Tan rápido como los políticos envuelven a la industria automotriz con controles de ruido, emisiones y cinta roja, los diseñadores de autos les responden con más y más potencia.
En serio. Hasta ya se ofrece un Volkswagen Golf con 240 caballos. Esto es el doble de lo que se ofrecía hace 20 años y si se mantiene este ritmo de cambio, la gente que hoy aprenda a conducir va a terminar sus días manejando un autito familiar con mil caballos debajo del capot. Interesante.
En el mercado ya se ofrecen sedanes de lujo con 500 CV para jugar por ahí. Eso es 100 más de lo que tenía Jackie Stewart cuando ganó el Campeonato de Fórmula 1 en 1973.
Más aún: Mitsubishi hoy puede venderte un auto que desarrolla 200 caballos por cada litro de cilindrada. Y pasaron 20 años desde que Daihatsu se convirtió en el primer fabricante en ofrecer apenas la mitad de eso. La industria está avanzando a toda velocidad. Y eso me encanta.
Sin embargo, algunos dicen que esto es sólo el “canto del cisne” del automóvil antes de que se acabe el petróleo. Dicen que los ingenieros están celebrando su fiesta de despedida con estos juguetes antes de que las circunstancias los fuercen a reemplazar la nafta por cáscaras de papas peladas por ellos mismos.
El más reciente cuento de terror sugiere que las reservas del mundo en materia de petróleo, gas y carbón se agotarán en los próximos 30 años. Si eso es cierto, no hay dudas de que los fabricantes de autos están siendo irresponsables, tirando comida al suelo justo ahora que la Humanidad se encuentra a la vuelta de la esquina de una hambruna descomunal. Sólo un imbécil haría eso.
Pero hay suficiente evidencia para sugerir que eso no es cierto. En este momento, el Tercer Mundo consume medio gigajoule de energía por año, en comparación con el norteamericano medio, que consume 300 gigajoules. Y también 40 hamburguesas. Pero nos siguen diciendo que ya no es correcto hablar de Tercer Mundo, sino del “Mundo en Desarrollo”. Y ahí es donde radica la clave del problema.
Si China y la India aumentan su consumo a sólo la décima parte de la media norteamericana, podría succionar todo el petróleo de Arabia en apenas 15 minutos. Esto empujaría al mundo a la Era de la Oscuridad. O aún peor.
Los sociólogos nos dicen que cuando el petróleo comience a escasear, los países se pelearán por las últimas gotas y aseguran que el orden social se desintegrará.
Tal vez tengan razón en cierto punto. Cuando tuvimos escasez de petróleo hace unos años, la gente hizo cola en las estaciones de servicio con los puños apretados para que el encargado del playón les llenara el tanque, algunas botellas y los bolsillos con combustible.
Imaginen eso en escala global. Imaginen si no hubiera camiones que entregaran comida en los supermercados y vos supieras que tu vecino tiene 300 latas de garbanzos almacenadas en su sótano. ¿Dejarías que tus hijos se murieran de hambre o le pegarías un tiro a tu vecino?
Lo mismo ocurre con la energía. Harías cola con la nariz apretada contra el alambrado de la central de energía para que el riñón artificial de tu hijo vuelva a funcionar. Pero eso no ayudaría mucho, porque en los últimos años los ecomentalistas dijeron que la energía nuclear no sirve porque no es “verde”.
Cuando cada vela haya sido consumida y cada lata de garbanzos se haya acabado, habremos regresado al año 1550, donde volveremos a usar semillas para comprar pollos. Volveremos a morir de difteria y rabia. Muerte, hambruna y enfermedades. Y será todo culpa de Porsche por haberle puesto un turbo más grande a su 911.
Desafortunadamente, la gente que suele decirnos estas cosas son lunáticos matriculados con una agenda de temas para machacar. Son los mismos que se encadenaron en el centro de Londres advirtiendo que la guerra nuclear contra la Unión Soviética era inevitable e inminente. También son los mismos que dicen que si el clima de la Tierra cambia –algo que viene ocurriendo desde el inicio de los tiempos- todos moriremos ahogados.
Son los que siempre ven cosas malas en el mundo. Los que duermen tranquilos a la noche porque tienen un padre con una cuenta bancaria abultada, mientras se quejan de las miserias humanas. Los que siempre ven una conspiración corporativa en el fondo de cada paquete de papas fritas.
La vida los recompensó con dinero, pero no con otros atributos. ¿Cuántas mujeres lindas vieron en las protestas ecologistas? Tal vez porque la vida se portó tan mal con ellas es que quieren cambiar el sistema. Por eso quieren que vayamos en bicicleta al trabajo y adoptemos un zorro en extinción. Porque esto nos reduciría al nivel de ellos, y no porque el petróleo se esté acabando. Porque esto último tampoco es cierto.
En los años ’20, los alemanes desarrollaron un sistema para extraer petróleo del carbón. Durante la Segunda Guerra Mundial (que perdieron, por cierto) fue utilizado para impulsar tanques y camiones. Todos sabemos que en Brasil hacen funcionar los autos hasta con combustible de crisantemos. Y una vez hice funcionar mi vieja Toyota Land Cruiser con aceite de frituras.
Pero todo esto ocurre porque, con el barril de petróleo caro, ahora es económicamente viable buscar fuentes de energía no convencionales. El oro negro que se esconde en la arena, por ejemplo, bajo Canadá. ¿Cuánto durará ahí hasta acabarse? Bueno, de acuerdo con los científicos, durará siglos.
Incluso si media China decide que quiere ir al trabajo todos los días en helicópteros Jet Ranger, y si India se convierte en el mayor mercado mundial de Lamborghini Murciélago, Canadá podrá arreglárselas por sí sola para proveerles el jugo que alimente sus motores.
Ah, y no se preocupen por el dióxido de carbono tampoco, porque aparentemente puede ser extraído de las plantas de gasificación de carbón y bombeado a las profundidades de la Tierra donde incrementará la presión haciendo que más petróleo y gas salga a la superficie. Brillante.
Los ecomentalistas tendrán que empezar a preocuparse por otras cosas. Los caballos, tal vez.
De hecho, no se preocupen por nada, porque -cuando las papas queman- el hombre siempre encuentra una solución.
Sin ningún tipo de herramienta mecánica sobrevivimos a la última Era de Hielo. Sin ayuda de la aspirina sobrellevamos las grandes plagas. Y desde entonces hemos conquistado el espacio e inventado la sopa instantánea.
¿Creen que la grupe aviar o porcina nos van a destruir? Bueno, jamás lo creería porque en algún lado, ahora mismo, un nerd con guardapolvo blanco y una pipeta está descubriendo cómo pueden ser vencidas.
Y habrá otro nerd que en los próximos siglos descubrirá una forma en que los autos se muevan impulsados por los rayos ultravioletas del sol.
Y cuando el sol se apague, nos subiremos a una nave espacial e iremos a otra parte. O tal vez construyamos otro sol.
El mensaje, entonces, es realmente claro. Si querés un Porsche 911 Turbo –y debo decirte que es un maravilloso auto- comprate uno. De hecho, podés comprar el auto que quieras. No un Audi Q7, por supuesto. Manejé uno hace poco y es una basura. Y un auto que es una porquería es un auténtico desperdicio de petróleo.
* The Sunday Times
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