Bastan unos pocos minutos de conversación con Julio De Marco, presidente de Módena Auto Sport, para que todo el mundo lo empiece a llamar “Don Julio”. Más allá de ser un hombre de fortuna y de vivir rodeado de algunas de las personas más poderosas del país, De Marco se gana ese familiar apelativo de respeto en base a su estilo campechano y el asombro casi infantil, típico de quien todavía no puede creer el trabajo que le tocó en suerte.
Sentado en una silla y micrófono en mano, el martes pasado Don Julio dejó enmudecido a un auditorio de casi 200 personas en la Universidad de Palermo, donde contó algunas anécdotas de su tarea como representante de Ferrari, Maserati, helicópteros Bell, motos Cagiva y lanchas Riva en la Argentina.
A continuación, Autoblog presenta en exclusiva algunos párrafos imperdibles:
La mística de Ferrari: “Nunca trabajé para una marca que generara tanto orgullo en sus empleados. Vendo Ferrari desde hace más de diez años y no dejo de sorprenderme con la pasión de los operarios cada vez que viajo a Maranello. A diferencia de otras fábricas de autos, los obreros no se cambian de ropa para volver a sus casas. Caminan por las calles con el orgullo de llevar el mameluco con el Cavallino en el corazón. Por eso estos autos son tan buenos: porque están hechos con cariño”.
El target de Ferrari: “Siempre me preguntan qué clase de persona compra una Ferrari y la verdad es que no hay un target definido. Por supuesto, hay que tener como mínimo 300 mil dólares en el banco, pero no es un auto que compren sólo empresarios o sólo deportistas o sólo los famosos. Tengo clientes que se compraron una Ferrari como quinto auto para su garage y la usan sólo los fines de semana. Pero también tengo un cliente que es un tipo común y corriente. No tiene fortuna. Trabaja y subsiste como cualquier persona normal. Vive en un departamento de dos ambientes y en lugar de comprarse una casa se compró una Ferrari. La maneja todos los días para ir al trabajo. Su sueño era tener una Ferrari y lo cumplió dejando todo atrás”.
Ventas en la Argentina: “En la Argentina debe haber unas 180 Ferrari, contando las nuevas y las clásicas. En los últimos ocho años sólo vendimos 60 autos. El grueso de las Ferrari están en Buenos Aires y la mayoría de ellas se encuentran en la Zona Norte, pero también vendimos una en Jujuy. El dueño es un productor agropecuario que vive en un pueblito rural. Todos los 25 de Mayo, cuando desfilan los bomberos y los alumnos de los colegios, el hombre es invitado a cerrar la fiesta desfilando con su Ferrari. Le mandé una foto a la gente de Maranello y no lo podían creer”.
La vuelta de prueba: “Con el tiempo aprendimos a descubrir cuándo un cliente viene sólo a curiosear o cuándo viene con intenciones serias. Por eso tenemos dos vueltas de prueba diferentes. A los que vemos indecisos, los llevo manejando yo por la avenida Figueroa Alcorta y cuando entramos a la Lugones pongo el auto en la banquina, le paso el volante y lo dejo que maneje hasta el cruce con la Avenida Sarmiento. Ahí tomo otra vez el volante y volvemos al Módena. Si el cliente tiene intenciones más serias, hacemos un circuito que incluye el Camino del Buen Ayre. Una vez estaba haciendo el circuito corto con un cliente y me dijo: ‘Basta, no hace falta más nada: me la compro.’ Entonces le propuse ir hasta el Buen Ayre y me respondió: ‘¡Estás loco! ¡A ver si le pasa algo al auto!’ Sacó la chequera y me pagó el auto ahí mismo. Lo acompañé hasta su casa y me volví a la oficina en taxi”.
Demoras en la entrega: “En todos los países hay una demora de más o menos dos años para entregar una Ferrari, pero nosotros tenemos un acuerdo especial con Maranello y podemos hacer entregas en seis meses. Claro que muchas veces las entregas se demoran por la indecisión del cliente. Hay algunos que vienen con el cheque y dicen: ‘Quiero una 430 roja’ y listo. Otros pasan meses enteros dudando sobre el equipamiento, el color y el tapizado. Los opcionales son muchos y algunos hasta debo reconocer que son ridículos, como el matafuegos que vale 800 euros por tener el Cavallino Rampante. Cualquiera sabe que un matafuegos se consigue en Warnes por 50 pesos, pero hay muchos que igual pagan el Cavallino. Lo mismo ocurre con la chapita que recuerda los campeonatos de Fórmula 1 que ganó Ferrari: también es opcional, cuesta 500 euros y la mayoría de los clientes la encarga. Hasta el año 2000, la radio también era opcional. Ahora viene de serie”.
Modelos especiales: “Más o menos cada diez años Ferrari lanza un modelo especial, como la F40, la F50 y la Enzo o F60. La Enzo fue la Ferrari más cara que vendí hasta el momento: 1,5 millones de dólares. Ahora se va a presentar la F70 y todas las unidades que se van a fabricar se vendieron incluso antes de que se publique la primera foto del auto. Nadie sabe cómo va a ser, pero la F70 ya tiene una enorme lista de espera por si alguno de los compradores se arrepiente. De la F50 se fabricaron sólo 499 ejemplares. No se hicieron 500 por una vieja cábala de Enzo Ferrari. Decía que nunca había que producir en números redondos, para que la gente se preguntara el porqué y hablara más del auto. La F50 número 499 nos la entregaron para que la vendiéramos en la Argentina. Un cliente la reservó por 600 mil dólares y al día siguiente nos llamó una persona desde Alemania ofreciendo 1,2 millones de dólares por el auto. Me quise morir, pero le terminé cumpliendo al cliente argentino”.
Ferrari California: “En julio vamos a presentar la nueva Ferrari California, que es un modelo revolucionario. Es un auto para usar todos los días. En Maranello se dieron cuenta de que había surgido un nuevo tipo de público, más joven, que sólo quiere tener un auto en su garage, pero que quiere que ese auto sea una Ferrari. La California es para ellos”.
Prohibido hacer publicidad: “Eso de que Ferrari no hace publicidad no es ningún mito. Lo tenemos prohibido por contrato. Soy amigo del organizador del Abierto de Polo de Palermo, en el que muchas marcas pagan por exponer sus autos. Mi amigo me ofreció exponer algunas Ferrari gratis, pero le tuve que decir que no. En Maranello me hubieran sancionado. Si quería que le llevara los autos, me tenía que pagar. Suena raro, lo sé, pero el Jockey Club de Inglaterra le paga 100 mil dólares al representante de Ferrari en Londres para que exponga sus autos todos los años en el Ferrari Derby. Nuestra única inversión en publicidad se ve cada 15 días, cuando corre la Scuderia de Fórmula 1”.
Merchandising: “Por suerte yo no vendo sólo Ferrari, sino me moriría de hambre. También vendemos motos, helicópteros y lanchas, como para hacer combos estilo McDonald’s. Ya tenemos seis clientes de Ferrari que nos compraron helicópteros con un valor promedio de dos millones de dólares. Ted Turner nos compró un helicóptero de 10 millones de dólares para su campo de la Patagonia. Pero una fuente importante de ingresos también viene por la venta del merchandising. Se sorprenderían de saber la cantidad de gente que muere por tener una gorrita original de Ferrari. No son nada baratas y en La Salada se consiguen las truchas por cinco pesos, pero el fanático de verdad sólo quiere la auténtica. La última vez que se corrió la Fórmula 1 en Buenos Aires facturamos un millón de pesos en merchandising en sólo un fin de semana”.
Ferrari Day: “Una o dos veces al año alquilamos el Autódromo de Buenos Aires para que los clientes se diviertan un rato manejando en pista. Es una actividad privada, a la que sólo se accede por invitación, pero que también logramos comercializar muy bien. Pirelli le regala un juego de neumáticos a cada cliente. Y un laboratorio de esos que les pagan cenas y viajes a los médicos, ahora les regala una vuelta en Ferrari en el asiento del acompañante”.
La reacción de la gente: “El cuidador de una playa de estacionamiento me dijo una vez: ‘Cuando veo un cliente con un Mercedes-Benz pienso que seguro es un garca. Y a lo mejor hasta le rayo el auto. Cuando viene uno con una Ferrari pienso que probablemente también sea un garca, pero al menos tiene buen gusto’”.
El camino equivocado: “Hace poco recibí un encargo de un cliente que me hubiera gustado que fuera mi padre: le regaló una Ferrari a su hijo por haberse recibido en la universidad. Como era una sorpresa, tenía que llevarle el auto a la casa de Escobar y entrar por un portón lateral. Era de noche y no tardé en descubrir que me había perdido. Estaba en medio de una villa miseria. En dos minutos el auto estuvo rodeado de pibitos y pensé: ‘Mmmh, ¿podré salir de acá?’. En eso apareció un groncho de dos metros de altura y pensé: ‘Mmmh, me parece que de acá no salgo’. El tipo me explicó el camino y cuando estaba arrancando me dijo: ‘Esperá, dejame subir’. Y ahí sí que pensé: ‘¡No salgo!’. El hombre se ofreció a acompañarme como custodio y de paso se dio el gusto de pasear en el auto. Hicimos dos cuadras y me dijo: ‘Pará, frená acá’. Ya no me quedaban dudas: de esa no salía. Se bajó, miró el auto y me dijo: ‘Tenés todas las ruedas embarradas. ¡Pibes, vengan a limpiar las ruedas!’ Sacaron el barro, me acompañó hasta la salida y pude entregar el auto sin problemas. Si esa noche no hubiera estado manejando una Ferrari, creo que el final habría sido muy distinto”.
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